Gente Única

Llevo más o menos cuarenta minutos sentada. ¿Te imaginas eso? Cuarenta minutos solo sentada, frente a una pantalla en blanco como esperando a ser llenada con algo. Es decir, ¿qué pretende? Se queda ahí, intacta, como retándome a llenarla de lo que sea, con tal de llenarla. Sucede lo mismo con los cuadernos: veo una hoja en blanco y me pican los dedos por buscar un lápiz y escribir, pero da la magnífica casualidad que cuando más ganas tengo de hacerlo, menos ideas se me ocurren. Volteé mi mirada un poco a la derecha sin mover mi cabeza, ahí donde me quedé un rato observando es donde tengo mis libros, mi gran colección de libros comprados, algunos regalados y otros que digamos no he querido devolver. Pensé: ¿cómo es que habiendo metido en mi cabeza todos esos libros, no se me ocurre absolutamente nada qué escribir? ¿Qué tan menguada debe estar  mi imaginación como para no pensar en algo nuevo, algo atractivo, algo que a usted, querido lector, le complazca? Entonces a simple vista estaba Azul, un pequeño pero maravilloso libro que me acompañó en el último viaje que hice en las afueras de la ciudad. Eso, me hizo recordar lo rico que es viajar, conocer y experimentar. Me hizo recordar lo exquisito que es platicar con alguien que sin ser una persona estudiada, demuestra tanta educación y conocimiento que te deja con un buen sabor de boca. Se te despierta el interés por aprender de el/ella, por saber lo que el/ella sabe, por llegar incluso a tener la sabiduría que esa persona posee.

En mi vida, las personas sabias que conozco las cuento con los dedos de una mano, pero en ese viaje que realicé hace un par de semanas conocí a una persona de edad, más o menos de unos setenta y cinco años, llamado Beto, o bueno así se le conoce; quien a diario se postraba frente a su casa en una silla, donde llevaba a cabo ahí las actividades del día. Si hoy se le ocurría remendar los rotos de sus viejos pantalones, en su silla lo hacía. Si mañana se le ocurría solo leer el periódico, en su silla lo hacía. Y hasta para prevenir cualquier percance o necesidad, en su silla lo hacía (No le pongo duda a que esa silla hasta la pudo haber diseñado él).

De las veces que se nos ocurría a mis amigos y a mí salir a pasear, veíamos a Don Beto ahí, sentado. Siempre fue muy cortés y nunca nos faltó su sonrisa al saludarnos, y siempre nos mostraba lo que estaba haciendo. Don Beto es de esos ancianos que calculan la hora según la posición del sol, o del color del cielo o de los lados en que se colocaba la sombra, yo la verdad, no sé, pero él sin necesidad de que las nubes se tornaran grisáceas, el ya prevenía la tormenta y no solo eso, sino también los apagones. El decía que en la vida para todo hay que ser precavido, y prepararse siempre para lo que fuere sin olvidarse de vivir el presente. No hay tontería más grande que preocuparse por el mañana, pues la vida que se vive y se aprovecha hoy y solo hoy.
¿Será que solo a mí me sorprende esto? Pienso yo… Pues si, me sorprende y mucho. Yo he vivido en pueblo, se que personas como Beto abundan en los pueblos, y nadie nunca podrá borrar de mi mente ésta idea de que las personas más sabias que se pueden conocer, están en los pueblos. ¿Porqué cree usted que yo le platico sobre Don Beto? ¿Cuál cree usted que sea mi fin al presentarle a este anciano? Pues es para darnos cuenta de cuánto valen estas personas. Su cuerpo estará muy cansado, pero su mente entre más viejo sea él, más reluciente será. En cambio nosotros, en la actualidad, donde ya todo lo tenemos al alcance de nuestras manos, no nos preocupamos ni por pensar. Nos acostumbramos a la tecnología, a los rápidos avances, a que un aparato haga todo por nosotros. Literal: con nuestras propias manos alcanzamos nuestro cerebro y lo ponemos a un lado, pues la tecnología permite que un artefacto piense por nosotros. Nos estamos volviendo inútiles, nos moriríamos si nos quedáramos varados en algún lugar sin tecnología. Evolucionar no tiene nada de malo, los avances tecnológicos son una herramienta en primera y única instancia, mas no se deben convertir en nuestro cerebro. Don Beto es una persona que ha evolucionado por sí mismo, y así como él muchos más lo han hecho, pues su evolución se basa en abrir su mente y crear posibilidades, soluciones y oportunidades.

A pocos días de observar a Don Beto, pude darme cuenta de su basto conocimiento. Y es que solo es cosa de verle a los ojos, aprender de la manera en que él mira, aprender de las arrugas que cuando sonríe se dibujan. Le quedan bien, la verdad esas arrugas que nacen del trabajo duro y constante, le sientan muy bien a la hora de sonreír. Ese anciano sonríe como si nada comprendiera, como si nada le ha costado, y entiendo que esa es la sonrisa que yo quiero tener al llegar a esa edad, pues significará que todo lo que yo trabajé valió la pena, el esfuerzo y la dedicación, tanto así que estaría preparada para cualquier cosa en la vida, incluso para sonreír natural como si todo me pareciera sorpresa…

»…-pues aquí, preparando las estacas de ocote para prender el fogón porque la tormenta que viene es fuerte, y se puede ir la luz».

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Grecia Ortiz

4 pensamientos en “Gente Única

  1. Evolución puede no, ¡adaptación! ¿Para qué necesito saber pensar si ya conozco todas las respuestas?, dice la naturaleza.
    La educación como la base fundamental del progreso de los pueblos.Ciertamente la educación ha avanzado bastante y el ser humano ha probado constantemente la ausencia de límites para lo que su conocimiento puede lograr. Cada vez más, a más temprana edad, somos capaces de hacer lo que aquellos anteriores a nosotros no son capaces.
    Creemos educarnos, aprender, creemos volvernos más inteligentes porque enseñamos a las nuevas generaciones a resolver problemas, a buscar soluciones que vuelvan nuestra vida más sencilla y a aprovechar las herramientas existentes para ello. Pero olvidamos que la vida es más que un conjunto de situaciones particulares y problemas.
    Hubo tiempos en los que no necesitábamos respuestas dadas, herramientas de alta tecnología o bancos casi infinitos de información. Hubo tiempos en que el ingenio, junto con valores morales y las actitudes correctas frente a la vida, podían llevarnos muy lejos. Pero estos ya no se enseñan a las nuevas generaciones.
    Si, puede que las respuestas que encontrábamos entonces no fueran correctas, pero eran las necesarias, las útiles. Hoy en día nos alimentamos de respuestas correctas, captamos soluciones, vivimos con facilidad y a mismo tiempo mutilamos nuestra mente, nuestra curiosidad. Educar no es enseñar a captar y retener información, sino fomentar la curiosidad y la inconformidad con las respuestas dadas. Cuestionar nuestra vida, cuestionar nuestra cultura, cuestionar lo que somos, nos llevará en última instancia a encontrar esas respuestas que son verdaderamente útiles. Encontraremos cómo vivir. Esa es la verdadera sabiduría, saber vivir.
    Él sonríe, pues encontró la respuesta a la pregunta que nosotros nunca hicimos.

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